En la víspera del Día de la Tierra (22 de abril), la coordinadora ambiental de la Iglesia anglicana del sur de África, la Rvda. canóniga Rachel Mash, considera los efectos del confinamiento global del Covid-19 en el medio ambiente.
Hace cincuenta años, en el primer Día de la Tierra, 20 millones de estadounidenses salieron a las calles para manifestarse contra los derrames de petróleo, la contaminación del aire y la extinción de la vida salvaje. Cincuenta años después, más de dos mil millones de personas en todo el mundo están confinadas. ¿Qué significa para nosotros el día de la Tierra en estos momentos en que nos enfrentamos al coronavirus?
En primer lugar, el coronavirus no es un desastre natural, es un desastre ecológico. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention), el instituto nacional de salud pública de los EE. UU., calcula que tres cuartos de las enfermedades “nuevas o emergentes” que contagian a los seres humanos se originaron en animales salvajes o domésticos.
El ébola, la gripe porcina, la gripe aviar y la enfermedad de las vacas locas fueron llamadas de advertencia. Cuanto más usemos prácticas agrícolas animales no saludables e invadamos el ecosistema natural, más frecuentes serán estas enfermedades. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) afirma que las pandemias son el efecto boomerang de la destrucción de los ecosistemas.
En segundo lugar, en palabras del papa Francisco, compartimos un hogar común. Nos estamos dando cuenta de que somos parte de una red de vida. El coronavirus nos está enseñando que nuestra seguridad depende de las acciones de los demás al igual que el cambio climático nos muestra que el futuro de toda la Tierra depende de las acciones de todas las naciones. Lo que le sucede a la tierra le sucede a los hijos e hijas de la Tierra.
En tercer lugar, el cambio es posible. Hemos visto cambios sin precedentes en los estilos de vida, el transporte y el alivio de la deuda de los pobres. La Tierra respira y los cielos son azules. Hemos redescubierto el valor del silencio y el tesoro de la creación.
El mundo al que regresamos podría ser diferente, así que esta es una oportunidad para restablecer nuestros valores y prioridades. Nuestra economía, nuestra sociedad y nuestra relación con la naturaleza son todos elementos que nos han hecho pensar de manera diferente. Necesitamos ayudar a las personas, no a los contaminadores. Necesitamos honrar a nuestros trabajadores agrícolas y valorar y proteger el precioso suelo de la vida.
Dos años después del primer Día de la Tierra, se aprobaron las leyes Clean Air Act (ley de aire limpio), Clean Water Act (ley de agua limpia) y Endangered Species Act (ley de especies en peligro de extinción).
El cambio es posible. Soñemos y trabajemos hacia una nueva Tierra. Este Día de la Tierra, comprometámonos a renovar la faz de la Tierra.
Los anglicanos verdes del sur de África, África central y Kenia han preparado un culto para el Día de la Tierra en YouTube.